Sierra de Líbar, espacio y frontera natural entre las provincias de Cádiz y Málaga.
MALAGADITANÍA: Espacio geográfico nuevo, entre lo real y lo soñado, creado por F. Ruiz y F.J. Rodríguez, que engloba la esencia paisajística, histórica y etnológica común de la tierra malagueña y gaditana, unidas en una sola geografía compartida.

CAMINERIA:

Suma de los elementos que componen el camino, el caminante y su entorno.

Estudio de las vías de comunicación, de su relación con el entorno geográfico y social y con los itinerarios físicos, históricos, económicos, culturales y literarios.
Definición del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica (Año de 1994).

Si a estas ideas les añadimos las de patrimonio público y entorno medioambiental a defender y difundir podíamos tener un concepto aglutinador de enorme atractivo general y portador de grandes posibilidades en la defensa y puesta en valor de nuestra herencia ancestral...

LA RUTA DE LOS 7 TEMPLOS

Próximamente os invitamos a descubrir una ruta mágica llena de encantos naturales, de fuerzas telúricas y restos del pasado sorprendentes llenos de misterio y leyenda...La Ruta de los 7 templos, un antiguo periplo costero de más de 2.500 años de antiguedad.
http://ruta7templos.blogspot.com















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jueves, 27 de noviembre de 2008

Paseo otoñal por La Dehesa de Las Yeguas


Un sábado de octubre, bien entrado el otoño, los dos Franciscos autores de este blog, decidimos de común acuerdo que la manera más provechosa de sacar partido a las escasas horas de sol que nos quedaban en la tarde, sería emplearlas en visitar la cercana pinaleta de Puerto Real conocida como Dehesa de las Yeguas. Hacía tiempo que queríamos hacerlo, pero siempre se nos atravesaba un proyecto más urgente por cuestiones de oportunidad insoslayable. En nuestras visitas a los numerosos yacimientos arqueológicos de nuestra provincia, en el momento en que nos disponíamos a describir el entorno que los acogía , encontrábamos alguna dificultad al describir con más o menos rigor la vegetación que proliferaba en el lugar. Distinguir un pino, un lentisco y cuatro especies más, para nosotros era insuficiente, por ello la necesidad de aquel paseo por la Dehesa de las Yeguas, pieza clave dentro del Parque Natural de la Bahía de Cádiz.
Con las cámaras dispuestas para uno o mil disparos selectivos, nos adentramos animosos por el verdeante laberinto de veredas tapizadas de musgo, las más de las veces o de finísimo limo otras, a causa de la humedad aún latente en la umbría del bosque propiciada por las últimas lluvias. Cada rincón del pinar se nos hacía grande a la hora de clasificar esta o aquella planta, éste y aquél árbol o arbusto. Las cámaras disparaban a izquierda y a derecha con ansia extrema, a fin de aprovechar la escasa luz solar que se filtraba a través de la espesa bóveda de ramas y púas que formaban las frondosas copas de los pinos.
Pino, lentisco, matagallo, coscoja, jara, tomillo, retama, cantueso, esparraguera, romero y pocas más, eran las plantas y arbustos que éramos capaces de identificar. Pero en cada pequeña o grande porción de vegetación aislada por la proliferación de caminos que se cruzan entre si semejando sinuosas arterias, en todas abundaban las especies enumeradas y muchas otras que ni por aproximación éramos capaces de saber de qué planta se trataba.
Pero fieles a nuestro empeño por conocer, no digamos todas pero sí las suficientes para sentirnos satisfechos de la visita, continuamos nuestra tarea recopilatoria de imágenes digitalizadas sin detenernos a disfrutar del bellísimo conjunto arbóreo que nos rodeaba y su riquísimo monte bajo. Y es justo aclarar que no estabamos solos en nuestro paseo, sino que aparte de la gente que por alli hubiera, entre las copas de los arboles y pese a los rayos solares todavia presentes, ya una luna de pan de azucar burlonamente y descaradamente jugaba con nosotros al escondite con su sonriente faz por entre esas copas de los pinos.
Mas, el tiempo irremisiblemente se nos acababa. El sol que minutos antes parecía estar atrapado en las enmarañadas ramas de la arboleda, desaparecía presuroso ahora tras el horizonte para fastidiarnos el resto de la tarde o para darse un garbeo por otras tierras, que para él también era sábado. Y bajo muy abajo, quebrando el suelo con rabia y emergiendo airosos sobra la alfombra de púas secas que el suelo cubría, allí estaban los hongos. Los variados y abundantes hongos que surgían solos o en pequeñas colonias aquí y allá. A falta de flores éstos embellecían el campo con sus particulares formas y sobrios colores. Los hongos también fueron fotografiados. Y bien que disfrutamos más tarde ante el ordenador a la vista de ellos y de las numerosas imágenes tomadas unas tras otra sin apenas despegar el ojo del visor de la cámara.
Luego, con idea de hacer un primer muestreo clasificatorio de las plantas fotografiadas, elegimos una muy apreciada por nosotros, la grácil “correvuela”. Pero una vez localizado su nombre científico nos pareció un tanto rebuscado, “convolvulus arvensis”. En consecuencia nosotros decidimos continuar identificándola con su acertadísimo mote de “correvuela”...
Texto: Francisco Ruiz Serrano.
Fotos: Francisco J. Rodríguez.

martes, 25 de noviembre de 2008

Castillo de Gibralfaro

( el castillo con la coracha que la unía a la alcazaba, oculta por el barrio de gitanos con casitas blancas que están sobre sus ruinas)


CASTILLO DE GIBRALFARO

Retomando mis paseos juveniles por el castillo de Gibralfaro acompañado de mi progenitor, me viene a la memoria las entretenidas tardes de toros contempladas desde sus almenas, y es que dado su estratégico emplazamiento y altura, los modestos malagueños aficionados a la tauromaquia, podían contemplar medio ruedo del coso taurino de la Malagueta, sin más impedimento que la distancia que los separaba. Y era tal el entusiasmo que demostraban estos espectadores con sus gritos y palmas, que más de un torero correspondió a aquellos brindándoles su último toro. En consecuencia, los domingos que se celebraban corridas de toros eran los días que más visitas “culturales” tenía el castillo.
Recuerdo que en el transcurso de una de esas corridas, acomodado contra la muralla del castillo, casi me leí “La isla del Tesoro”.
Pasando el tiempo, con objeto de aprovechar las poquísimas horas de sol de las tardes de los domingos de invierno y huir de las largas colas que se formaban en los cines para conseguir una entrada, mi pandilla y yo decidimos, durante aquellas horas, hacer nuestro el castillo.
Con los bolsillos cargados de pipas de girasol tostadas, ignorando la importancia histórica del castillo, recorríamos sus instalaciones entre bromas, risas y carreras. Hasta que a la caída del sol con las bocas secas por la chuchería y por el ejercicio realizado, acabábamos nuestra visita bebiendo con avidez en el surtidor de la entrada del castillo. La última agua que podríamos tomar hasta que llegáramos de nuevo a las calles iluminadas de la ciudad. Ni que decir tiene que el recorrido por el monte, en la oscuridad más absoluta, lo hacíamos en alocada carrera para contrarrestar nuestros miedos.
Pero de la historia del castillo... ¿Qué? Nada. Pero ese asunto, dada mi curiosidad, lo subsané con el paso del tiempo.
(Plaza de toros de la Malagueta solitaria y a orilla de la playa, el monte del castillo se ve pelado de vegetación arbórea. Desde nuestro mirador privilegiado, asistíamos como espectadores invitados, a los domingos de corrida)

Texto y fotos: Francisco Ruiz Serrano.

Galería de imágenes del Castillo de Gibralfaro:
http://picasaweb.google.es/fruizse/castillogibralfaro#slideshow

lunes, 24 de noviembre de 2008

Alcazaba de Málaga



ALCAZABA DE MÁLAGA

Mi afición por los castillos me viene de niño, aún recuerdo con simpatía los tranquilos paseos, de la mano de mi padre, por los patios y murallas de la Alcazaba y el castillo de Gibralfaro, el aluvión de preguntas que le hacía a tenor de lo que veía y sus respuestas aclaratorias. Lo que entendí de ellas por mi corta edad no era más, que aquel laberinto de pasadizos, murallas almenadas, torres, salones, patios, mazmorras, surtidores y jardines, se debía al bien hacer de unos moros que vivieron en Málaga de antiguo. Como era natural mi mente febril asimilaba aquellas enseñanzas a mi corto entender relacionándolas con las historias de moros y cristianos que leía cada semana en los tebeos publicados en la España de los años cuarenta y pico, con el sugerente titulo de “El Guerrero del Antifaz”, no necesitaba de más. Los malos eran los moros, y el peor de ellos uno de sus caudillos, el que identificábamos los niños por el nombre de Alikan. Los buenos, como era de esperar eran los cristianos, y el más valeroso de todos era un caballero enmascarado con una enorme cruz pintada en su jubón. Las espadas de los moros recuerdo que eran curvadas, como si quisieran imitar la media luna que lucían en sus pechos. Las cristianas obviamente eran rectas a semejanza de la cruz.
Por aquel entonces los niños de mi calle y un servidor solíamos lucir toscas espadas de madera a imitación de las de los cristianos en nuestros cintos (un trozo de cordel de esparto o cáñamo atado a la cintura). Espadas de madera que adquiríamos a los pregoneros ambulantes por un real, a cambio de varias botellas de vidrio o por unas cuantas alpargatas viejas de aquellas que tenían la suela de goma.
Más tarde me aficioné a las novelas cuyas tramas hablaban de hazañas épicas de Caballeros Cruzados y de fieros guerreros sarracenos. Los primeros seguían siendo los buenos y los segundos los malos. Admiraba al valeroso rey cristiano Ricardo Corazón de León pero en contra de lo que me habían trasmitido también sentía simpatía por Saladino, el audaz Sultán de los sarracenos. Muy joven aún deduje por mi mismo que el ser de los buenos o de los malos dependía del bando al que pertenecieras. Ya de adulto modifiqué obviamente tan simple razonamiento por el de que no existen verdades absolutas, pero esta si que es otra historia. Como consecuencia de todas aquellas lecturas me inicié en la lectura de todo lo que olía a historia de las distintas civilizaciones que poblaron nuestro planeta, por las que dejaron su impronta en Andalucía, y particularmente, por las que tienen que ver con Cádiz y Málaga, a las que considero provincias hermanas.

Para recreo de los aficionados de estas históricas edificaciones adjunto una modesta colección de imágenes tomadas in situ por el que suscribe.
Francisco Ruiz Serrano, malagueño de nacimiento y gaditano de adopción.
Para saber sobre la estructura e historia de La Alcazaba: http://es.wikipedia.org/wiki/Alcazaba_de_Málaga

lunes, 17 de noviembre de 2008

El jardín Botánico de San Fernando. Una referencia de la flora autóctona gaditana







( pinchar sobre imágenes para aumentar)

Hoy proponemos conocer un lugar que creemos pese a su indudable interés, pasa bastante desapercibido, incluso, aún para los amantes de la naturaleza, el senderismo y el paisaje de nuestro entorno. Nosotros hemos sabido de él casi como si de una carambola se tratase.

Hace un par de semanas decidimos dar un garbeo por el pinar de la Dehesa de las Yeguas, sobre el que teníamos pocas referencias y que, sin embargo, nos motivaba su visita para contemplar algunos especímenes vegetales que allí se encuentran representados. Todo ello, lo mostraremos igualmente en una próxima entrada, seguida de una extensa y no menos atractiva galería fotográfica de lo que allí captamos.

Nuestro incipiente interés por la botánica no es nuevo, ni como bien dice mi compañero y amigo Francisco Ruiz, se debe a un capricho pasajero, sino a una necesidad evidente ante el desconocimiento casi total de la flora de nuestro entorno. Esto se hace palpable en nuestras salidas al campo, en las que los restos arqueológicos que vamos buscando y localizando en nuestros vaganbudeos por senderos y montes, siempre se encuentran en lugares generalmente agrestes y rodeados de plantas, arbustos, árboles y flores silvestres. A la hora de hacer referencia a las características del lugar, nos quedamos mudos por no ser capaces de nombrarlas o identificarlas, más allá de las cinco o seis que todo el mundo conoce y que son más comunes.

Para solucionar tal deficiencia nuestra en la medida de lo posible y como mentes curiosas, no sólo de la historia y de la arqueologia, sino de la naturaleza y el paisaje que son los que dan marco y razón de ser a dichos restos, hemos cruzado la cancela abierta de un imponente umbral, fabricado en roca ostionera, la piedra por excelencia de nuestro entorno, de trazas barrocas del siglo XVIII y muy própias para el pequeño tesoro que encierra.

Una vez hemos atravesado esa portada, el caminito nos adentra en un secreto y mágico jardín encantado, que por un lado auna esa tradición de los jardines botánicos dieciochescos de la Ilustración y por otra el discreto encanto de los jardines andalusíes. Tan sólo hay que pararse un momento, apenas unos segundos, para escuchar nuestro alrededor, rodeado de vegetación y sentir el rumor del agua, aspirar el aroma del aire que respiramos, ver la paleta de colores de los distintos verdes y demás colores que afloran entre esa gama de verdes, para percibir el estilo de esos jardines que conocemos de la Alhambra, la Alcazaba de Málaga o más cercano aún, el Alcázar jerezano.

Este pequeño jardin botánico, a nuestro modesto juicio, ha sabido aunar en simbiosis perfecta, ese jardin botánico dieciochesco, jardin andalusi y su fin primordial, ser divulgador y vivero de la flora autóctona silvestre representativa de la provincia de Cádiz, pues es un recinto dependiente del Parque Natural de la Bahía de Cádiz y la oficina del parque además, está muy próxima al Jardín Botánico.

Nosotros hemos disfrutado y hemos salido plenamente satisfechos con su visita, en el deseo de volver y dejar de nuevo volar nuestros pensamientos atrapados por la belleza y tranquilidad que allí se transpira, os invitamos a que os deliteis en un paseo por él...
Texto y fotos: Francisco J. Rodríguez.

A continuación detallamos información práctica para acceso al Jardín Botánico

Horario de apertura:

Mártes a Domingo. Horario mañanas de 10:00 a 14:00 h. Tardes, horario variable según la época del año. Mayo a septiembre de 18:00 h. a 20.00 h. Octubre a abril de 16:00 h. a 18:00 h.LUNES PERMANECERÁ CERRADO AL PÚBLICO
Contactar
Oficina del P.N. Bahía de Cádiz.C/ Coghen, s/n. 11100. San Fernando. CÁDIZTlf. 956 203 187 Fax. 956 203 188Email: http://es.mc240.mail.yahoo.com/mc/compose?to=jbotanico.sfernando.cma@juntadeandalucia.es
Delegación Provincial de la Consejería de Medio AmbientePza. Asdrúbal, s/n.11071-Cádiz.Tfno.: 956 008 700. Fax: 956 008 702 / 956 008 703. E-MAIL: http://es.mc240.mail.yahoo.com/mc/compose?to=pn.bahiadecadiz.cma@juntadeandalucia.es

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sancti Petri. Una última mirada

Copio "impunemente" el título de la obra de Jose Manuel Vera Borja, "Sancti Petri. La última mirada", en la que el autor, al cual, tengo el honor de conocer personalmente, pues fué profesor mío, nos muestra en unas hermosas fotografías en blanco y negro. Es una postrer mirada a un poblado a punto de desaparecer, condenado a caer bajo las excavadoras amenazantes, para nosotros también hacer nuestro propio último homenaje, a través de estas fotos aéreas a vuelo de pájaro, de algo que ya irremediablemente ha dejado de existir, salvo en el recuerdo, hace apenas pocas semanas.

Todos hemos sido cómplices de ese acto. Una vez más, ni las autoridades competentes ni nadie de nosotros, hemos sido capaces de salvaguardar algo, que evidentemente no tuviera valor histórico-artístico ponderable, pero que a un nivel histórico más popular, a nivel etnologico si que tenia su valor y hubiera sido interesante no destruirlo, sino preservarlo, dándole alguna otra utilidad, puesto que nos hemos creido propietarios con derecho a hacer lo que nos plazca, cuando en realidad eramos depositarios nada más. Ese es nuestro error, ya que cada generación simplemente es depositaria de un legado para las siguientes y no dueños absolutos.

Con ese acto, de nuevo nos automutilamos, arrancándonos de nosotros mismos nuestros propios recuerdos, nuestra propia historia y los pueblos que borran su historia estan expuestos a cometer una y otra vez los mismos errores, sin posibilidad de progreso hacia el futuro prometedor, terminando por desaparecer diluidos como un azucarillo en el vacio de su propia identidad y de su historia, como si nunca hubieran existido...ahora ya no tenemos poblado de Sancti Petri, sólo nos queda vislumbrarlo en el libro y las melancólicas fotográfias de Jose Manuel Vera Borja y en estas pocas fotos de conjunto, que aquí pasamos a exponer y divulgar, como pequeño gesto de que la memoria, nuestra memoria no se pierda.

Texto y fotos: Francisco J. Rodríguez