Sierra de Líbar, espacio y frontera natural entre las provincias de Cádiz y Málaga.
MALAGADITANÍA: Espacio geográfico nuevo, entre lo real y lo soñado, creado por F. Ruiz y F.J. Rodríguez, que engloba la esencia paisajística, histórica y etnológica común de la tierra malagueña y gaditana, unidas en una sola geografía compartida.

CAMINERIA:

Suma de los elementos que componen el camino, el caminante y su entorno.

Estudio de las vías de comunicación, de su relación con el entorno geográfico y social y con los itinerarios físicos, históricos, económicos, culturales y literarios.
Definición del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica (Año de 1994).

Si a estas ideas les añadimos las de patrimonio público y entorno medioambiental a defender y difundir podíamos tener un concepto aglutinador de enorme atractivo general y portador de grandes posibilidades en la defensa y puesta en valor de nuestra herencia ancestral...

LA RUTA DE LOS 7 TEMPLOS

Próximamente os invitamos a descubrir una ruta mágica llena de encantos naturales, de fuerzas telúricas y restos del pasado sorprendentes llenos de misterio y leyenda...La Ruta de los 7 templos, un antiguo periplo costero de más de 2.500 años de antiguedad.
http://ruta7templos.blogspot.com















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lunes, 2 de junio de 2008

Ruta del acueducto Tempul-Gades.


Han pasado bastantes años y aún recuerdo mirando atrás, que siendo un chaval que apenas rondaba la edad adulta, a mediados de la década de los ochenta, decidimos mudarnos de Cádiz para trasladarnos a una nueva residencia, ubicada en el centro de la vecina población de San Fernando.

Al sufrir ese brusco cambio, que afectaba tanto a mi vida cotidiana, ya que para ir a realizar mis estudios, debía seguir viniendo al casco histórico de la ciudad, me ví obligado a coger a diario el autobús, que cada veinte minutos aproximadamente, comunicaba y sigue comunicando los apenas ocho kilómetros que separan ambas ciudades, a través de la autovía que discurre por un estrecho istmo arenoso, sobre la que se asienta esta y la línea ferroviaria.

Esta delgada franja de arena o tómbolo arenoso, antiguamente llamado camino del arrecife, no es en si, más que la antigua vía que comunicaba Gades con Roma, la denominada vía Heraklea, de la que aún queda algún resto visible entre esas mismas dunas y sobre la que paralelamente, discurría también otra obra romana, el acueducto de Tempul, que suministraba agua fresca y abundante a la urbe antigua.

Convertida esa vicisitud en algo común y rutinario con la convivir a diario, una imagen, quedo impreso para siempre en mi memoria. De forma rutinaria, me sentaba en uno de los asientos, volvía mi rostro hacia el cristal donde reclinaba mi cabeza y desde allí, contemplaba el paisaje cambiante con que me regalaba a diario ese corto trayecto.

Sorprendíame tantísimas veces, ante el fulgor azul cristalino del cielo, contrastando con un mar que prácticamente no tenía impedimento, salvo la delgada carretera, para vernos circundados por todos lados. Había días, en que las condiciones climáticas desfavorables, hacían que esa impresión de fragilidad ante el ímpetu del mar, cobrase si cabe, más fuerza en mi mente. El estruendo intempestivo del viento azotando por doquier y el bramido de las olas relamiendo la escueta franja de dunas arenosas, magnificaban esa imagen. Pero sobre todo, reclamo mi atención, un hecho que había observado varias veces, en que la bajamar alcanzaba proporciones de cierta importancia.

En esos días en que la línea marina, durante unas horas, se alejaba de la carretera, yo veía al principio de la orilla una hilera de piedras redondas, agujereadas en su centro, perfectamente alineadas y semihundidas en la arena húmeda. Rocas medianamente grandes para ser vistas desde la misma y recubiertas con una relamiosa coloración verdosa e intensa, fruto de la acumulación de la flora submarina, a la que por lo común, estaban sujetas durante la mayor parte del día.

Después, mucho mas tarde, descubrí que eso llevaba siendo así durante prácticamente dos mil años. Fue mi primer contacto visual, in situ, con el famoso acueducto romano mandado construir por uno de los Balbos de Gades, Lucio Cornelio Balbo.

Desde pequeño, siempre me habían entusiasmado las historias de la antigüedad y el conocimiento del pasado. Incluso cuando de niño iba a la playa, quedaba con mi amigo Pepe y con una simples gafas de submarinismo y un par de aletas, nos dedicábamos a rastrear los arrecifes de roca arenisca que durante la marea baja, aparecen en la playa de Santa María del Mar. Allí pasábamos horas recolectando pequeños fósiles incrustados en las rocas e imaginábamos restos sumergidos bajo las olas, al hilo de nuestras febriles mentes, imbuidas de relatos sobre aquel Cádiz viejo que se hundió, que se lo trago el mar y que nosotros en nuestra fortuna, soñábamos con encontrar con nuestros escasos recursos para tal menester. Aquí y allá, en cada figura caprichosa de una piedra que nos salía al paso, figurábamos la imagen de unos de esos restos arquitectónicos perdidos, de una antigua civilización.

Dejados todos estos recuerdos atrás en el tiempo, pero no olvidados, sino siempre presentes en mi memoria, hace poco se me ocurrió comentarle a mi buen amigo Francisco, otro entusiasta de la aventura y de las piedras antiguas y co-autor además de este proyecto, lo interesante que sería la idea de intentar hacer una "reconstrucción" de aquella famosa canalización, fruto de la ingeniería romana y del evergetismo de un poderoso gaditano para con su ciudad.

Recorrer sus escasos y desconocidos vestigios para el gran publico, allá donde pudiera sobrevivir aún, algún rastro mutilado del mismo inserto en el paisaje y así, a través de nuestras propia pequeña aventura, rescatarlo de la memoria olvidada del pasado y traerlo de nuevo en cierta manera al presente, como uno de los monumentos mas importantes que avalaron con su presencia, la importancia de la antigua Gades.

No es que seamos originales en esto, puesto que ni siquiera, hemos sido los primeros en acertar con esta idea. Ya mucho antes, se adelantaron a nosotros. Los cronistas árabes y andalusíes de época medieval, se hacían loores y contaban relatos mágicos, expuestos más adelante, cuando hablemos de la parte del trayecto final del recorrido por la ciudad de Gades, sobre el prodigio de su construcción, pero no será hasta la época de Felipe II, cuando se decida hacer un estudio de su viabilidad y puesta en valor de nuevo.

A tal fin, el rey contrata los servicios de un carmelita descalzo, para mas señas napolitano, llamado Fray Ambrosio Mariano, aunque también conocido como Azaro de San Benito. Fray Ambrosio fue un personaje peculiar y que tuvo no sólo relación con el rey Prudente, sino también con la propia Santa Teresa de Jesús y con la no menos fascinante Ana de Mendoza, la princesa de Éboli.

Fray Ambrosio, fue un hombre inquieto de su tiempo, pese a su eremitismo. Intervino en la famosa batalla de San Quintín, gesta de los hechos de armas de la monarquía hispánica y en el concilio de Trento, fue uno de sus teólogos seculares. Realizo diversas actividades en la corte polaca para la corte hispana y fue admitido como caballero de la orden de Malta, es decir, los caballeros Hospitalarios.

Aquí en la península, construyo diversas fundaciones para el Carmelo repartidas a lo largo y ancho de la misma, pero una de las que le dieron mas fama fue sin duda, la que realizo en Pastrana por encargo de los príncipes de Éboli, junto a su compañero y hermano Juan Nordisch, mas conocido como Fray Juan de la Miseria.

Hoy día, es perfectamente visible, haciendo una visita a la ermita de San Pedro, una representación pictórica de ambos monjes y de su labor en la corte de los de Éboli, gracias a Fray Pedro González de Mendoza, hijo de los príncipes que mando su ejecución para recuerdo de sus padres, a principios del siglo XVII.

Como ultima anécdota de este personaje, tal vez, habría que reseñar que era un hombre que se ufanaba de no cobrar nada en cada encargo para el que se requerían sus servicios y su pericia. Según sus mismas palabras, lo hacia " Por amor a Dios y a su rey", cosa, sin duda, que no sé a Dios, pero al rey Felipe si que debía agradarle muchísimo y tomarlo en consideración y al pie de la letra, dada las siempre dificultades financieras de su vasto imperio y mas, cuando decididamente y de una vez por todas, el proyecto de rehabilitación del acueducto, se perdería y caería de nuevo en el olvido.

Deberemos esperar ya pues al siglo XVIII, al siglo de las Luces y con los Borbones, para que de nuevo la vieja idea que Cádiz vuelva a contar con un suministro continuo de agua, aparezca de nuevo con fuerza.

Reinaba en España Carlos III y en la plaza de Cádiz gobernaba el Conde de O'Reilly, a la sazón Capitán General de la misma. Fue el doce de Enero de 1784 cuando decidió convocar una reunión privada a la que asistieron entre otros, Pedro Ángel de Albisu, para la posible puesta de nuevo en funcionamiento del viejo acueducto, y así resolver con ello, la secular escasez de agua a la que de continuo se veía sometida la ciudad, sobre todo, en los meses de verano y además, paliar el elevado coste que se pagaba por ella, que se consideraba excesivo.

El examen del mismo se encomendó a los peritos D. Vicente Rueda y D. Antonio Hurtado. Ellos realizaron todos los preparativos para la puesta en marcha de dicha empresa, llevándose consigo a 30 hombres de la propia ciudad de Cádiz a los que luego se le fueron uniendo 8 hombres mas de las cercanías, todos ellos capacitados conocedores del terreno a estudiar.

Dos meses y veinte días después, sus conclusiones estaban sobre la mesa. En ellas, se reflejaba que las aguas de la fuente de Tempul distaban 11 leguas de su destino final. Reconocieron todo el camino del acueducto y apreciaron en él, que la mayor parte era una construcción abovedada de unos cinco pies y medio de altura y dos de ancho, en muchas partes semiderruido, pero en otras, sin embargo, la catalogaban en buen estado de conservación.

En el informe, los peritos se hacían eco de la dirección trazada por los antiguos romanos como la mejor posible, cosa que no sé si seria sorprendente en aquel siglo de las Luces, pero que hoy no nos sorprende nada, habida cuenta del nivel de conocimientos que hoy se tiene sobre la ingeniería romana, pese a que aun así, todavía nuestras lagunas al respecto son muchas. Además, bastaría mirar un mapa topográfico para comprobar como la actual tubería de suministro a las poblaciones de la bahía, transcurre e incluso a veces se superpone por los mismos lugares que el viejo recorrido romano.

El informe pericial también confirmaba la buena consolidación de los muros del arrecife desde la Isla de León ( San Fernando ), hasta la ciudad, pese a que poco antes el acueducto se internaba en el mar por el efecto erosivo del océano sobre la tierra firme, aunque luego a la altura de Torregorda vuelve a recorrer el arrecife. Una imagen, mas de doscientos años después, muy familiar a mis propios recuerdos y que como mas arriba he dejado constancia, supusieron mi primera visión de las viejas piedras del acueducto. El diagnostico del examen concluía diciendo que la obra era factible y que podía proporcionar grandes beneficios.

El cabildo acordó llevar a cabo el proyecto. Para financiarlo, el Conde de O'Reilly ideo establecer un arbitrio, aunque varios ricos-hombres a tal fin, adelantaron un anticipo de 434.761 pesos. Igualmente, se pensó, no sé si fue el mismo conde basándose en la analogía de esa idea, que a quien debiera corresponder realizar esa misión, fuera un arquitecto de la misma Roma, de contrastada habilidad y ciencia.

Para ello, el Cabildo interesó en el proyecto al encargado de negocios de la corte en la Ciudad Eterna, quien sugirió el nombre de Scipione Perosini, ya que este cumplía perfectamente con los requisitos solicitados. Perosini solo pedía por sus servicios para llevar a buen termino el encargo, de venticuatro a treinta mil reales, mas aparte los gastos del viaje hasta Cádiz

En su estudio, Perosini estimo el caudal de las fuentes de Tempul en quinientas pulgadas fontaneras. Un suministro mas que suficiente ya que calculaba que con ciento cincuenta bastarían para satisfacer la ciudad, dando una proporción de mas de treinta y seis litros por día y habitante. Los cálculos presupuestados los estimo en 63.047.443 reales de vellón, con un arbitrio de dos reales sacados a cuenta del arbitrio ya existente de Enlosados.

Pero una vez más y pese a que ya se habían gastado alrededor de 300.000 reales, para la consecución del proyecto, la rehabilitación del acueducto no se llevó a cabo. El Conde de O`reilly fue destituido de su puesto y por tanto su sueño se desvaneció.

El propio Scipione Perosini abandono Cádiz y se vio inmerso en otros proyectos cercanos a Sevilla, de hecho incluso, intento ser admitido en la Academia de San Fernando de Bellas Artes de Sevilla, pero encontró la oposición y tal vez la envidia de algunos que impidieron tal objetivo, argumentando su origen extranjero.

Sin duda, este nuevo intento desvanecido y tal vez consciente en su mente incluso de las viejas leyendas islámicas de Al-andalus reflejadas en los textos, fue lo que motivo a que el poeta Bandes Candamo en su obra "La piedra filosofal", narrara las bodas de Iberia con Híspalo en Cádiz, en cuya acción, se premiaba con el matrimonio de dicha joven, a quien fuera capaz de concluir las murallas del sur, un puente que comunicara con el continente y rehacer el viejo sueño del acueducto.

Hoy día y pasado el tiempo, inmersos en pleno siglo XXI, todo esos viejos proyectos se han hecho realidad de una u otra manera, más acorde a los tiempos modernos. Nosotros, pese a ser hombres de nuestro siglo, seguimos teniendo aún el espíritu romántico y de añoranza por la aventura. Ese mismo halo de romanticismo, es el que nos impulsa a dejar constancia de la melancólica evocación de las viejas piedras, que podrían parecer testigos mudos de una historia ya lejana y olvidada, pero que ciertamente y estamos convencidos de ello, eso no es así.

No son testigos mudos, sino reales y presentes de ese pasado y en cuyas piedras como casi en un acto mágico y fetichista, esa memoria oculta ha quedado impresa, como en una cinta de video o un CD y que solo necesitamos de la adecuada capacidad de nuestro espíritu, para que esa película, esa historia pasada, pueda de nuevo visionarse desde su comienzo, una y tantas veces como queramos. Con solo dejarnos llevar o arrastrar por esa memoria atrapada en la piedra y la melancólica belleza omnipresente del paisaje y sus ruinas, a cada momento diferente que las contemplemos y que las sintamos, puesto que ningún momento es nunca igual, siempre nos surgirá una experiencia vital diferente.

Hemos hablado en estas líneas, salpicadas aquí y allá de divagaciones y recuerdos propios, de los que nos precedieron con su trabajo y su esfuerzo, en ese intento por recuperar de alguna manera, esa memoria del viejo acueducto, incluso a fehacientes niveles de practicidad no consumadas al final. Nosotros en esa idea, como digo, romántica, ahora intentamos seguir los pasos de todos esos hombres que siglos antes, cada uno en su medida, han contribuido a que esos vestigios desperdigados por ese paisaje no hayan caido en el olvido entre nosotros.

Lucio C. Balbo, Fray Mariano Ambrosio, Vicente Rueda, Antonio Hurtado, Scipione Perosini y otros tantos hombres anónimos, que no han dejado constancia de su nombre, han hollado estos lugares y han dejado su importante legado y al que nuestra aportación, nuestro pequeño granito de arena, no puede hacer sombra, sino que por el contrario, nuestro más que modesto itinerario no hace sino seguir esa senda que ellos han dejado ahí para que otros, personas normales como nosotros, sigamos su curso sin perdernos y disfrutemos desde la sencillez y desde la divulgación, ese importante monumento legado por la antigüedad mas esplendorosa del pasado lejano de Gades.
Aquí empezamos pues, a exponer los hitos reseñables, que en diferentes etapas hemos ido localizando y dejando constancia fotográfica y ahora memoria escrita, de su resquebrajada supervivencia al paso de los siglos...
Texto: Francisco J. Rodríguez.
Fotos: Francisco Ruiz / Francisco J. Rodríguez.
Galería fotográfica: