Sierra de Líbar, espacio y frontera natural entre las provincias de Cádiz y Málaga.
MALAGADITANÍA: Espacio geográfico nuevo, entre lo real y lo soñado, creado por F. Ruiz y F.J. Rodríguez, que engloba la esencia paisajística, histórica y etnológica común de la tierra malagueña y gaditana, unidas en una sola geografía compartida.

CAMINERIA:

Suma de los elementos que componen el camino, el caminante y su entorno.

Estudio de las vías de comunicación, de su relación con el entorno geográfico y social y con los itinerarios físicos, históricos, económicos, culturales y literarios.
Definición del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica (Año de 1994).

Si a estas ideas les añadimos las de patrimonio público y entorno medioambiental a defender y difundir podíamos tener un concepto aglutinador de enorme atractivo general y portador de grandes posibilidades en la defensa y puesta en valor de nuestra herencia ancestral...

LA RUTA DE LOS 7 TEMPLOS

Próximamente os invitamos a descubrir una ruta mágica llena de encantos naturales, de fuerzas telúricas y restos del pasado sorprendentes llenos de misterio y leyenda...La Ruta de los 7 templos, un antiguo periplo costero de más de 2.500 años de antiguedad.
http://ruta7templos.blogspot.com















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martes, 20 de mayo de 2008

Conjunto rupestre de "Los Banquetillos"


Pinchar en el enlace de abajo para ver reportaje fotográfico.


http://picasaweb.google.es/Fjrandr/ConjuntoRupestreDeLosBanquetillos/photo#s5202474435593232882


Para conocer la riqueza arqueológica de nuestra provincia (me refiero a la de Cádiz) nada mejor que contar con un amigo chiflado por la historia (perdona Francisco), pues en lo tocante al conocimiento de ésta, no escatima esfuerzos.

Él es joven , y yo..., digamos que estoy más cerca de lo que entendemos por arcaico. Pero tengo la impresión de que éste no ha reparado aún en ese insignificante detalle, puesto que me hace subir montes y saltar cercas como si fuera su igual.

Era sábado, y quedamos en vernos a las cuatro de la tarde. Para dar idea de la climatología debo puntualizar que el cielo no estaba muy “católico”, o lo que es lo mismo, que el sol y los nubarrones, que cubrían el cielo casi en su totalidad, jugaban "al escondite”. Pero debo admitir que al final se portó según nuestros deseos, puesto que prevalecieron los claros.

¿Dónde iremos hoy?- Le pregunté nada más verle, consciente de que traería consigo un plan bien estudiado.

A "los Banquetillos”- respondió.

¿Y donde cae eso?- Pregunté de nuevo.

En la pedanía de “Naveros”- respondió nuevamente.

Y temiendo, supongo yo, de que aquello tenía las trazas de convertirse en un “diálogo para besugos”, sin darme ocasión para asaetearlo con más preguntas continuó exponiendo su proposición. No lo entendí muy bien, es la pura verdad, pero me puse al volante de mi coche sin rechistar confiando en sus conocimientos y en sus dotes como guía.

He de aclarar que partimos de Puerto Real. Desde esa localidad tomamos la carretera comarcal que une dicha localidad con la autovía Jerez –los Barrios a través del cruce de “El Pedrozo”. Llegando a ese punto nos incorporamos a ésta camino de la pintoresca población de Medina Sidonia. Y como más vale “malo conocido que bueno por conocer”, decidimos no aventurarnos por carreteras de nuevo trazado y tomar la primera desviación que habría de conducirnos a dicha localidad con objeto de adentrarnos en ella y tomar la salida próxima al célebre Arco de la Pastora para iniciar el descenso por la serpenteante vía que conduce a Chiclana por un lado, y a la ermita de Los Santos Mártires por el opuesto, que era la dirección y el referente que nosotros íbamos buscando.

Rebasamos la ermita aludida y unos metros más adelante tomamos la primera desviación de la derecha, la rotulada con el nombre de “Los Naveros”. No tiene pérdida porque se encuentra al lado de unos enormes depósitos metálicos. Esta nueva vía, además de estrecha y de dos direcciones, tenía el inconveniente de carecer de arcenes, lo que me obligaba a ignorar el paisaje a pesar de la insistencia de mi amigo que no paraba de admirarlo, y centrarme en la conducción.

El paisaje que atravesábamos era extremadamente bello y pintoresco. Lo constituía alternativamente un número casi infinito de verdeantes praderas (era el mes de mayo) y diría que igual número de colinas coronadas de la espesísima vegetación propia del monte bajo. Y para realzarlo, un horizonte ondulante y dinámico magistralmente recortado sobre el inquietante celaje que jugaba con el sol aquella tarde de primavera.

Tras recorrer aproximadamente doce kilómetros entramos triunfantes en la graciosa pedanía de “Los Naveros”. No se asombren, digo triunfantes por que a la entrada de ésta nos recibió una gran pancarta dando la bienvenida a los visitantes además de invitarlos a la fiesta de la Cruz de Mayo y un poco más adelante, casualidad o no, en la puerta de la iglesia unas mujeres manipulaban una gran alfombra que imagino no les dieron tiempo de extender dado que no les advertimos de nuestra llegada. Preguntamos a ellas si conocían la localización de “Los Banquetillos” y nos dirigieron hacia el bar de Antonio ubicado en una especie de plazuela a pié de carretera.

Pedimos unos refrescos y expusimos a Antonio nuestro propósito de visitar “Los Banquetillos” y si nos encontraríamos con la oposición del dueño o guarda de la finca donde este estuviera enclavado. Respondió con amabilidad a todas nuestras preguntas indicándonos como podríamos llegar a nuestro objetivo sin más problemas que los que ofrecieran las imprecisas condiciones atmosféricas de la tarde y las que mostraran nuestros pies ascendiendo al monte por el arroyo seco que nos indicó hasta llegar a las lajas de arenisca conocidas por “Los Banquetillos”.

Abandonamos el poblado dirección Medina Sidonia y unos trescientos metros más adelante aparcamos el coche en el único lugar fiable que encontramos en un pequeño descampado a nuestra izquierda, pues hay que recordar que la carretera carece de arcenes. La distancia por carretera que restaba hasta la portada de referencia que tendríamos que localizar según Antonio, distaba del aparcamiento improvisado de cuatrocientos a seiscientos metros, éstos lo recorrimos a pie en cuatro minutos más o menos. La portada en cuestión, anclada a nuestra derecha según marchábamos era de mampostería y ostentaba el rotulo de “Dehesa de abajo”, y frente a ésta localizamos el portalón de estacas y alambres de espino que debíamos salvar para alcanzar el arroyo seco que teníamos a nuestra izquierda. Avanzamos arroyo arriba y a pocos minutos de marcha localizamos a través de la vegetación las lajas de arenisca que tratábamos de localizar.

El paisaje hasta llegar al lugar deseado ni que decir tiene que era maravilloso, pero al llegar a las lajas nos quedamos sorprendidos debido a sus especiales características. La superficie de arenisca que coronaba el monte más bien parecía un paisaje lunar, puesto que de su superficie emergían abundantes esferas también de arenisca. Unas completas y las más, carcomidas por la erosión, descubrían en su interior un nuevo núcleo emergente semejante a un gran hongo, de ahí seguramente les viene el nombre de “Los Banquetillos”. Pero a poco de adentrarnos por aquel enigmático paraje nuestra atención quedó eclipsada por la visión del cúmulo de tumbas excavadas en el suelo de arenisca que teníamos delante.

Más allá de nuestras expectativas, la naturaleza se encargaba de sorprendernos jugando a gran escultor. El lugar tiene algo de mágico en toda esa gran laja de piedra arenisca, mucho más grande de lo que imaginábamos que sería. Si la verde y florida vegetación nos convencía de pisar nuestro hermoso planeta tierra, la gran laja por el contrario jugaba a hacernos creer que habíamos "aterrizado" en otro lugar, en un planetoide extraño y distante, quizás tal vez, lleno de insospechadas sorpresas de otras civilizaciones, que era lo que veníamos buscando y el motivo de nuestro interés por el lugar.

Enseguida vino a mi mente motivado por la impresión de tan singular paisaje pétreo, las acuarelas realizadas por Saint-Exupery para su inmortal "El Principito", en las cuales aparecen dibujadas las superficies de minúsculos asteroides llenos de cráteres y que el pequeño protagonista visita en su particular periplo. Así creo que nos sentíamos tanto mi amigo de fatigas y aventuras, como yo mismo, al percibir y disfrutar de lo que nuestros ojos y nuestras cámaras captaban en todo nuestro entorno.

Y luego, después de un deambuleo minucioso por todo largo y ancho de la laja y casi cuando nos disponíamos a retornar sobre nuestros pasos hacia donde habíamos dejado aparcado nuestro auto, fuimos a dar con un último recodo de la gran laja de arenisca, que nos reservaba la definitiva y mayor de toda las sorpresas, pese a no ser pocas las que nuestro espíritu interior llevaba recibidas con el paisaje y con la exploración del lugar.

En ese postrer recoveco que casi se nos escapa, dimos con las manifestaciones grabadas en la blanda roca de las civilizaciones pasadas que veníamos buscando. No, no eran civilizaciones alienigenas provenientes de otros mundos, pero si eran vestigios de antiguas culturas, algunas de ellas posiblemente muy arcaicas, casi de los albores de la historia, superpuestas con otras algo más recientes.

A lo largo del minucioso recorrido que hicimos por toda la laja, nos llamaba mucho la atención no sólo la obra "escultórica" de la naturaleza en su fantasía, sino que también eramos conscientes de otras marcas que no parecían del todo naturales. Aquí y allá divisábamos huecos horadados en la pared de la roca, cuando esta presentaba algún murete natural. Unos minúsculos y otros más grandes, así como huecos muy erosionados por los elementos a lo largo de los siglos y milenios, que nos hacían dudar de su manufactura humana o natural, más habida cuenta, de la capacidad como ya hemos referido escultórica de la propia naturaleza.

Pero en este último recodo, no cabía error a la duda. Ni la más mínima posible. Frente a nosotros y sobre la ligera inclinación de la pendiente, vimos una secuencia alineada de tumbas de apariencia antropomorfa a lo ancho de todo ese recodo de arenisca. Nos acercamos mucho más a ella y la escrutamos en la idea de no pasar por alto ningún detalle tanto en nuestra inspección visual, como luego, en nuestro "laboratorio arqueológico" con las fotos que tomamos convenientemente desde todos los puntos y distancias posibles.

Cuatro tumbas antropomorfas se alineaban perfectamente sobre la suave pendiente con una orientación este/oeste exacta. La cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este. La zona de la cabeza, al menos, en una de ellas presentaba un ligero almohadillamiento, claro indicio de cuál debía ser pues la posición y orientación del cuerpo dentro de ellas. En medio de las cuatro tumbas, un poco por encima de ellas y separándolas en grupos de dos, había grabada bastamente y con profundidad sobre la roca, una cruz dando un aire sacro al conjunto. Por encima de ella, un hueco circular, de media esfera cóncava. Pero todavía, por si no fueran pocas las sorpresas con las que maravillarnos, vimos grabada sobre la roca, en una esquina casi marginal del conjunto de las cuatro tumbas, encontramos una representación que a mi modesto juicio debía ser aún todavía mucho más arcaica que la cruz y la semiesfera cóncava. Era una figura pequeña, grabada en apariencia con menos bastedad y menos profundidad en la roca, pues su trazo era incluso mucho mas fino. Podría pasar incluso por una pequeña cruz, si no fuera porque una especie de arco de igual trazo cubría como una montera la pequeña cruz.

Para abreviar y nos hacernos extensos en demasía las conclusiones a las que podemos llegar, quizás con algún error de apreciación por nuestra parte, son que estamos ante un conjunto de tumbas antropomorfas rupestres, que fueron utilizadas en un período entre la época tardorromana que llegaría, incluso, hasta principios de época andalusí. Pero, como ya hemos dicho y quizás nos equivoquemos o quizás no, planteamos que esas tumbas pueden ser mucho más antiguas, de la Edad del Bronce, si esa pequeña figura de cruz con montera, la tomamos como una figura antropomorfa típica de ese período prehistórico y del que a lo largo y ancho de la provincia no faltan imágenes similares adjudicadas a dicha época.

Recomendamos una visita a ese fascinante lugar a todo aquel interesado y respetuoso con la historia y la naturaleza, pues no le defraudará y todavía debe ser incluso mucho más interesante si la visita se realiza en bicicleta, a la que también nosotros somos grandes aficionados, puesto que el llegar allí por ese medio no ofrece ninguna dificultad y si un disfrute más que añadir a dicha aventura...

Escrito "a la limón" por Francisco Ruiz Serrano y Francisco J. Rodríguez-Andrade.
Fotos: Francisco Ruiz Serrano y Francisco J. Rodríguez.