Cuando intentamos retroceder en el tiempo a los orígenes de la conformación de la cultura tartésica y la fundación de colonias tan importantes como Gadir parece que imaginamos siempre un encuentro desigual. Por un lado a los que vienen a este extremo occidente, los intrépidos navegantes orientales, fenicios, dotados de una excelente cultura y civilización producto de todo lo mejor de las viejas culturas egipcia, mesopotámica, etc a lo largo de los milenios y por otro lado, a los autóctonos, a los indígenas de estas tierras, carentes de toda sofisticación cultural y que en todo caso, van a ser aculturados con los progresos que de oriente traen estos navegantes en sus barcos. Pero creo que nada más lejos de la realidad esta imagen un tanto tergiversada de tal proceso. Es cierto, que estos navegantes fenicios traen técnicas nuevas que aportar a su nueva tierra recién descubierta para ellos, pero no es menos cierto, que los autóctonos habitantes del final de la Edad del Bronce andaluz, son tambien una cultura con su propio nivel de progreso y herederos las grandes culturas de la Edad del Cobre y del Bronce, como Los Millares y El Argar y que tuvieron su foco en estas tierras andaluzas. Estas culturas de Los Millares y de El Argar fueron coetáneas de las civilizaciones minoica y micénica, de la cultura anatólica y del Egipto faraónico e incluso en su cultura material guardan una gran concomitancia con ellas, sobre todo con la minoico-micénica y anatólica. Sólo necesitamos echar un vistazo a algunas de las manifestaciones ruprestes dejadas por los habitantes de la edad del bronce gaditana, para vislumbrar los ecos de Minos y de Micenas, que en unas maravillosas pinturas naturalistas, son visibles pese al peligro de la nula protección a la que estan sometidas y al acecho de los "terroristas" del patrimonio. Son verdaderos monumentos ruprestres, algunos de ellos, verdaderos santuarios dejados como legado por esta cultura autóctona, con estructuras talladas, trabajadas en la propia roca y en la que esos sones de Creta y Anatolia son verdaderamente evocadores y visibles a nuestra contemplación, enmarcados además en unos parajes llenos de singularidad y hermosura manifiestas. Son el legado de la gran cultura mediterránea que aún antes de estas navegaciones fenicias, inundo y se expandió por todo el mediterráneo y germinando en cada uno de sus lugares, de ahí esos ecos y concomitancias que tanto nos llaman la atencion al observarlas, en ejemplos tan elocuentes como la Cueva de las Bailadoras y en la Cueva de las Mujeres. Igualmente nos hablan de su grado de cultura y sofisticación a través de manifestaciones como la Cueva Magro, donde se representa un mapa estelar en determinada fecha del año y la Cueva del Cancho que aqui reproducimos en la que podemos ver una sorprendente representación y uso de un reloj / calendario solar. Por tanto y para terminar, con lo expuesto podemos decir que ese encuentro entre los habitantes de nuestro suelo y los navegantes fenicios, no fué un encuentro tan desigual y que más que un proceso de aculturación, lo que tuvo lugar fué un proceso de simbiosis entre ambas culturas y que el resultado de ello es lo que hay que calificar como Tartessos y que luego tendría su continuidad en la cultura propiamente turdetana y que llega ya hasta tiempos de la conquista y dominación romanas, de la que sus propios literatos empiezan a hacerse eco y a dejar manifestaciones escritas que han llegado hasta nuestros días y que son un soporte fundamental para nuestros estudios y averiguaciones en este tema...
Reloj solar / Calendario de la Cueva del Cancho en Tarifa en la Sierra de la Plata. Durante el solsticio de invierno pasa la sombra por encima de esta pintura rupestre, adaptándose en cada momento exactamente a la curvatura de la figura.Hacia el 21 de diciembre se produce cada año el solsticio de invierno. La inclinación del eje de la tierra causa en el hemisferio norte el día más corto y la noche más larga del año
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