CASTILLO DE TORRESTRELLA
http://picasaweb.google.es/Fjrandr/CastilloDeTorrestrella#slideshow (pinchar enlace para visualizar reportaje fotográfico)
--¡Amigo Francisco...! he pensado que la tarde del próximo sábado la deberíamos emplear en hacerle una visita de cortesía al castillo de Torrestrella.
-¡Pues vale! –respondí.
Los dos sabíamos que era una visita largamente anunciada, más de un año veníamos pensando en hacerla, pero siempre encontrábamos un inconveniente o excusa para posponerla, pero pretextos razonables entendámoslo..., que si en la rehabilitación de un edificio antiguo de Cádiz aparecieron restos fenicios y es interesante echarles un ojeada..., que la bajamar de tal o cual tarde de sábado era propicia para recorrer a pié los alrededores del castillo de San Sebastián y llegar hasta la escollera conocida como “el fin del mundo”..., que si en el museo arqueológico de Cádiz han expuesto los restos fenicios encontrados últimamente en la ciudad..., que si en el mismo museo, fechas más tardes, exponían una muestra del Cádiz andalusí... En resumidas cuentas, que preferíamos embarcábamos en tareas más cercanas o de carácter, a nuestro parecer, eventual convencidos de que el castillo de Torrestrella no se movería de su emplazamiento. Y cuando subimos hasta él y recorrimos el entorno con la mirada, entendimos en silencio el por qué. En el caso hipotético de que alguna vez fuésemos un castillo, cosa que dudamos por razones obvias, os aseguramos que tampoco nos hubiésemos movido de aquélla loma y aquel peñasco de situación tan estratégica.
De todos es sabido que el castillo de Torrestrella se encuentra enclavado en la loma más elevada de la finca denominada “Los Alburejos”, situada ésta en tierras de Medina Sidonia. El llegar a dicha finca es relativamente fácil si disponemos de vehículo propio, un mapa de carreteras actualizado, o uno de esos parlanchines GPS del diablo, que lo saben todo.
Los Alburejos es una finca muy conocida en la provincia de Cádiz debido al famoso apellido de sus propietarios, los Domecq, y porque últimamente se ha convertido en el lugar idóneo para celebrar convenciones, con el aliciente añadido de disfrutar de nuestros mejores tópicos, toros bravos..., caballos..., y lo que ello conlleva. Ahora que la conocemos, sería bueno que convocaran en ella la próxima asamblea de la comunidad de vecinos.
El castillo de Torrestrella se puede visitar, pero es preciso contactar antes con Los Alburejos a fin de que nos autoricen la entrada a la finca. Una vez dentro lo demás salta a la vista, el castillo que hemos venido observando en la lejanía mientras nos aproximábamos a la finca lo tendremos al alcance del objetivo de nuestras cámaras desde ese momento. Si aparcamos en el cortijo y continuamos a pie por el carril que tenemos al frente, portillo que veamos abierto lo trasponemos y lo dejamos tal cual, pero si lo encontramos cerrado lo abrimos lo franqueamos y lo cerramos, son las normas habituales para llevarse bien con el personal de la finca. Para acercarnos al castillo deberemos seguir el camino de albero que sube la ladera que veremos próxima a su emplazamiento, si somos un pelín comodones podemos optar por llegar con el auto por el camino descrito hasta la rasante que provoca la cresta de dicha ladera, allí aparcamos el vehículo procurando no obstaculizar los carriles. Una vez en la rasante franqueamos el portalón de hierro que cierra el camino de albero y subimos hacia el castillo siguiendo el trazado rectilíneo de la alambrada que tendremos de frente y que es perpendicular al mismo; por fortuna, esta cerca carece de espinos, pero ojo, caminaremos por el lado de Levante, o sea por el lado de la izquierda porque más adelante nos veremos obligados a reptar por debajo de la próxima alambrada que encontraremos situada de forma transversal a la que estábamos siguiendo, y ésta si que está dotada de punzantes espinos. El primer repecho es un poco pronunciado y hemos de advertir que caminaremos sobre tierra de labor pisando los consabidos terrones que dejan los arados motorizados al preparar la tierra para la siembra, o con el inconveniente de que después de realizada ésta nos veamos obligados a pisar el sembrado; argumento que pueden esgrimir los dueños de la finca para no autorizar la visita al castillo. Por ello, la mejor fecha para visitarlo es al término del verano. Después de la siega.
Antes de traspasar una cerca nos aseguraremos de que las cabras que vemos pastando en la lejanía no tienen cuernos, porque en ese caso, cuando estés cerca de ellas veras que dejaron de ser cabras para convertirse en caballos; mejor esto que encontrarse con peligrosos toros de lidia.
Después de salvar reptando la primera alambrada transversal que viene a rodear la loma, nos veremos obligado nuevamente a reptar bajo los alambres espinosos de otra cerca que encontraremos un poco más adelante con idéntico trazado.
Desde ese momento la subida a la loma donde esta enclavado el castillo de Torrestrella quedará libre de cercas, pero en adelante nos veremos forzados a avanzar sorteando los abundantes cardos espinosos que nos llegaran en el mayor de los casos hasta la cintura. Verdes y punzantes en invierno y secos y punzantes en verano.
Dichas estas salvedades continuaremos con nuestro relato. Nosotros arribamos al castillo por su fachada Norte, la opuesta a la de la entrada principal. Después de gatear sobre los enormes pedruscos desprendidos de la ruinosa muralla de aquel lado, abocamos directamente en lo que parecía ser el recinto de entrada. Jadeando por el esfuerzo nos sentamos sobres las piedras desprendidas de los muros y admiramos los rincones a nuestro alcance, de esa manera nos dispusimos a consumir nuestra reserva de agua.
Una vez descansados, con las cámaras digitales dispuestas, grabamos en sus memorias internas, cada rincón, cada hueco, cada retazo del paisaje que veíamos a través de éstos, cada piedra desprendida, cada arista de las murallas todavía en pié o de su torre, cada dependencia, cada detalle arquitectónico, una bóveda, un arbusto emergiendo de sus inquietantes grietas, una planta seca, un espino... lo fotografiamos todo.
Luego algo más sosegados pero vibrantes todavía de emoción, por contemplar y estar en aquel olvidado reducto preñado de historia, trepamos a lo más alto de la torre del homenaje. Desde aquella imponente atalaya, el paisaje circundante se nos presentó en todo su esplendor iluminado por un sol de septiembre todavía radiante, límpido, diáfano a consecuencia de la suave brisa de Poniente que refrescaba la tarde, y por su cielo carente de nubes naturales, puesto que sí las había, pero artificiales. Largas éstas, desmadejadas y rectilíneas, obra de un orgulloso reactor que quiso mostrarnos su presencia de aquella original manera.
Y... ¡oh! Sorpresa. Con los pies un poco más en la tierra, a causa de la presencia de aquel artefacto volador, rota por su causa la ensoñación que provocaba en nuestro ánimo el ruinoso castillo, reparamos en la existencia de un carril terroso que pasaba a pocos metros de la muralla Este. No sabíamos de donde venía ni a donde llevaría; lo que si sabíamos es que nos sentíamos muy orgullosos de haber hecho el camino antes descrito. Puesto que aquella tarde inolvidable, desde el momento preciso en que llegamos a la finca y vimos aparecer la silueta del castillo entre la arboleda, solitario y orgulloso allá en el horizonte, hacia él sin más nos dirigimos y de igual manera pensamos proceder en una próxima visita.
Breve reseña histórica del castillo:
El hermoso castillo de Torrestrella, es una edificación de más que presumible origen andalusí, pero toda vez que el reyAlfonso X el Sabio reconquistó la comarca de la Bahía de Cádiz y de la Janda en el año 1264, toda esta zona pasó a ser límite de frontera con el reino nazarí de Granada.
En el año 1279, Alfonso X concedió los castillos de Medina Sidonia y Alcalá a la efímera orden militar de Santa María de España, creada por el mismo monarca en el año 1272, ordenándole que la fortaleza se llamara "Estrella", de donde quizás venga el nombre del castillo y campos de Torre estrella.
Por tanto, nuestro castillo de Torrestrella que aquí tratamos y al que hemos hecho la visita fué reedificado en la segunda mitad del siglo XIII, sobre los restos que quedaran del anterior castillo andalusí.
La orden de Santa María desapareció en el año 1280, y Sancho IV concedió a la orden militar de Santiago los castillos que antes pertenecieran a la extinta orden, la cual, merece que un día la tratemos en un capítulo aparte dado su relevante interés para la historia de nuestra zona y el relativo desconocimiento sobre la misma que el público en general puede tener sobre ella.
Tal como hemos intentado plasmar en el relato anterior, surgido de nuestra propia experiencia y sensaciones en la visita al mismo, creemos que pese al estado lamentable y de abandonada ruina en que se encuentra el castillo, este bien merece una visita que no defraudará y si que deleitará a todo aquel que la realice. No importa su aislamiento, ni ese estado deteriorado, puesto que son unas ruinas que conservan detalles arquitectónicos de mucho ínteres al descubierto y que dejan ver su potencia en sus ruinas desvaidas.
Es una fortaleza que evoca esos tintes románticos decimonónicos en lo alto del cerro donde se asienta y que se prolonga sin solución de continuidad a todo lo largo farallón pétreo que como calzada de gigantes le sirve de firme y le da su aspecto robusto y rocoso. Baste decir como culmen que en nuestra visita hemos hecho un reportaje fotográfico de más de 200 fotos, que por cuestioón de espacio y de no ser demasiado repetitivos en nuestra galería hemos reducido a 69 vistas representativas del mismo. Creo que ese reportaje habla por si solo de las excelencias de tan hermosa construcción y que tenemos la fortuna de admirar tan cercana a nosotros. Uno de nuestros parajes olvidados por la historia y por las gentes, pero quizás, tal vez, mejor así, porque eso le ha hecho librarse de las plagas modernas de nuestro mundo actual, como son la basura y los grafittis que tanto afean los parajes y los restos del pasado...
http://picasaweb.google.es/Fjrandr/CastilloDeTorrestrella#slideshow (pinchar enlace para visualizar reportaje fotográfico)
--¡Amigo Francisco...! he pensado que la tarde del próximo sábado la deberíamos emplear en hacerle una visita de cortesía al castillo de Torrestrella.
-¡Pues vale! –respondí.
Los dos sabíamos que era una visita largamente anunciada, más de un año veníamos pensando en hacerla, pero siempre encontrábamos un inconveniente o excusa para posponerla, pero pretextos razonables entendámoslo..., que si en la rehabilitación de un edificio antiguo de Cádiz aparecieron restos fenicios y es interesante echarles un ojeada..., que la bajamar de tal o cual tarde de sábado era propicia para recorrer a pié los alrededores del castillo de San Sebastián y llegar hasta la escollera conocida como “el fin del mundo”..., que si en el museo arqueológico de Cádiz han expuesto los restos fenicios encontrados últimamente en la ciudad..., que si en el mismo museo, fechas más tardes, exponían una muestra del Cádiz andalusí... En resumidas cuentas, que preferíamos embarcábamos en tareas más cercanas o de carácter, a nuestro parecer, eventual convencidos de que el castillo de Torrestrella no se movería de su emplazamiento. Y cuando subimos hasta él y recorrimos el entorno con la mirada, entendimos en silencio el por qué. En el caso hipotético de que alguna vez fuésemos un castillo, cosa que dudamos por razones obvias, os aseguramos que tampoco nos hubiésemos movido de aquélla loma y aquel peñasco de situación tan estratégica.
De todos es sabido que el castillo de Torrestrella se encuentra enclavado en la loma más elevada de la finca denominada “Los Alburejos”, situada ésta en tierras de Medina Sidonia. El llegar a dicha finca es relativamente fácil si disponemos de vehículo propio, un mapa de carreteras actualizado, o uno de esos parlanchines GPS del diablo, que lo saben todo.
Los Alburejos es una finca muy conocida en la provincia de Cádiz debido al famoso apellido de sus propietarios, los Domecq, y porque últimamente se ha convertido en el lugar idóneo para celebrar convenciones, con el aliciente añadido de disfrutar de nuestros mejores tópicos, toros bravos..., caballos..., y lo que ello conlleva. Ahora que la conocemos, sería bueno que convocaran en ella la próxima asamblea de la comunidad de vecinos.
El castillo de Torrestrella se puede visitar, pero es preciso contactar antes con Los Alburejos a fin de que nos autoricen la entrada a la finca. Una vez dentro lo demás salta a la vista, el castillo que hemos venido observando en la lejanía mientras nos aproximábamos a la finca lo tendremos al alcance del objetivo de nuestras cámaras desde ese momento. Si aparcamos en el cortijo y continuamos a pie por el carril que tenemos al frente, portillo que veamos abierto lo trasponemos y lo dejamos tal cual, pero si lo encontramos cerrado lo abrimos lo franqueamos y lo cerramos, son las normas habituales para llevarse bien con el personal de la finca. Para acercarnos al castillo deberemos seguir el camino de albero que sube la ladera que veremos próxima a su emplazamiento, si somos un pelín comodones podemos optar por llegar con el auto por el camino descrito hasta la rasante que provoca la cresta de dicha ladera, allí aparcamos el vehículo procurando no obstaculizar los carriles. Una vez en la rasante franqueamos el portalón de hierro que cierra el camino de albero y subimos hacia el castillo siguiendo el trazado rectilíneo de la alambrada que tendremos de frente y que es perpendicular al mismo; por fortuna, esta cerca carece de espinos, pero ojo, caminaremos por el lado de Levante, o sea por el lado de la izquierda porque más adelante nos veremos obligados a reptar por debajo de la próxima alambrada que encontraremos situada de forma transversal a la que estábamos siguiendo, y ésta si que está dotada de punzantes espinos. El primer repecho es un poco pronunciado y hemos de advertir que caminaremos sobre tierra de labor pisando los consabidos terrones que dejan los arados motorizados al preparar la tierra para la siembra, o con el inconveniente de que después de realizada ésta nos veamos obligados a pisar el sembrado; argumento que pueden esgrimir los dueños de la finca para no autorizar la visita al castillo. Por ello, la mejor fecha para visitarlo es al término del verano. Después de la siega.
Antes de traspasar una cerca nos aseguraremos de que las cabras que vemos pastando en la lejanía no tienen cuernos, porque en ese caso, cuando estés cerca de ellas veras que dejaron de ser cabras para convertirse en caballos; mejor esto que encontrarse con peligrosos toros de lidia.
Después de salvar reptando la primera alambrada transversal que viene a rodear la loma, nos veremos obligado nuevamente a reptar bajo los alambres espinosos de otra cerca que encontraremos un poco más adelante con idéntico trazado.
Desde ese momento la subida a la loma donde esta enclavado el castillo de Torrestrella quedará libre de cercas, pero en adelante nos veremos forzados a avanzar sorteando los abundantes cardos espinosos que nos llegaran en el mayor de los casos hasta la cintura. Verdes y punzantes en invierno y secos y punzantes en verano.
Dichas estas salvedades continuaremos con nuestro relato. Nosotros arribamos al castillo por su fachada Norte, la opuesta a la de la entrada principal. Después de gatear sobre los enormes pedruscos desprendidos de la ruinosa muralla de aquel lado, abocamos directamente en lo que parecía ser el recinto de entrada. Jadeando por el esfuerzo nos sentamos sobres las piedras desprendidas de los muros y admiramos los rincones a nuestro alcance, de esa manera nos dispusimos a consumir nuestra reserva de agua.
Una vez descansados, con las cámaras digitales dispuestas, grabamos en sus memorias internas, cada rincón, cada hueco, cada retazo del paisaje que veíamos a través de éstos, cada piedra desprendida, cada arista de las murallas todavía en pié o de su torre, cada dependencia, cada detalle arquitectónico, una bóveda, un arbusto emergiendo de sus inquietantes grietas, una planta seca, un espino... lo fotografiamos todo.
Luego algo más sosegados pero vibrantes todavía de emoción, por contemplar y estar en aquel olvidado reducto preñado de historia, trepamos a lo más alto de la torre del homenaje. Desde aquella imponente atalaya, el paisaje circundante se nos presentó en todo su esplendor iluminado por un sol de septiembre todavía radiante, límpido, diáfano a consecuencia de la suave brisa de Poniente que refrescaba la tarde, y por su cielo carente de nubes naturales, puesto que sí las había, pero artificiales. Largas éstas, desmadejadas y rectilíneas, obra de un orgulloso reactor que quiso mostrarnos su presencia de aquella original manera.
Y... ¡oh! Sorpresa. Con los pies un poco más en la tierra, a causa de la presencia de aquel artefacto volador, rota por su causa la ensoñación que provocaba en nuestro ánimo el ruinoso castillo, reparamos en la existencia de un carril terroso que pasaba a pocos metros de la muralla Este. No sabíamos de donde venía ni a donde llevaría; lo que si sabíamos es que nos sentíamos muy orgullosos de haber hecho el camino antes descrito. Puesto que aquella tarde inolvidable, desde el momento preciso en que llegamos a la finca y vimos aparecer la silueta del castillo entre la arboleda, solitario y orgulloso allá en el horizonte, hacia él sin más nos dirigimos y de igual manera pensamos proceder en una próxima visita.
Breve reseña histórica del castillo:
El hermoso castillo de Torrestrella, es una edificación de más que presumible origen andalusí, pero toda vez que el reyAlfonso X el Sabio reconquistó la comarca de la Bahía de Cádiz y de la Janda en el año 1264, toda esta zona pasó a ser límite de frontera con el reino nazarí de Granada.
En el año 1279, Alfonso X concedió los castillos de Medina Sidonia y Alcalá a la efímera orden militar de Santa María de España, creada por el mismo monarca en el año 1272, ordenándole que la fortaleza se llamara "Estrella", de donde quizás venga el nombre del castillo y campos de Torre estrella.
Por tanto, nuestro castillo de Torrestrella que aquí tratamos y al que hemos hecho la visita fué reedificado en la segunda mitad del siglo XIII, sobre los restos que quedaran del anterior castillo andalusí.
La orden de Santa María desapareció en el año 1280, y Sancho IV concedió a la orden militar de Santiago los castillos que antes pertenecieran a la extinta orden, la cual, merece que un día la tratemos en un capítulo aparte dado su relevante interés para la historia de nuestra zona y el relativo desconocimiento sobre la misma que el público en general puede tener sobre ella.
Tal como hemos intentado plasmar en el relato anterior, surgido de nuestra propia experiencia y sensaciones en la visita al mismo, creemos que pese al estado lamentable y de abandonada ruina en que se encuentra el castillo, este bien merece una visita que no defraudará y si que deleitará a todo aquel que la realice. No importa su aislamiento, ni ese estado deteriorado, puesto que son unas ruinas que conservan detalles arquitectónicos de mucho ínteres al descubierto y que dejan ver su potencia en sus ruinas desvaidas.
Es una fortaleza que evoca esos tintes románticos decimonónicos en lo alto del cerro donde se asienta y que se prolonga sin solución de continuidad a todo lo largo farallón pétreo que como calzada de gigantes le sirve de firme y le da su aspecto robusto y rocoso. Baste decir como culmen que en nuestra visita hemos hecho un reportaje fotográfico de más de 200 fotos, que por cuestioón de espacio y de no ser demasiado repetitivos en nuestra galería hemos reducido a 69 vistas representativas del mismo. Creo que ese reportaje habla por si solo de las excelencias de tan hermosa construcción y que tenemos la fortuna de admirar tan cercana a nosotros. Uno de nuestros parajes olvidados por la historia y por las gentes, pero quizás, tal vez, mejor así, porque eso le ha hecho librarse de las plagas modernas de nuestro mundo actual, como son la basura y los grafittis que tanto afean los parajes y los restos del pasado...
Texto: Francisco Ruiz / Francisco J. Rodríguez
Fotos: Francisco J. Rodríguez